lunes, 30 de enero de 2012

Los móviles protegen a los ratones contra el Alzheimer



Tras años especulando sobre el posible daño que provocan los teléfonos móviles en nuestro cerebro, un nuevo estudio sugiere que podrían frenar el Alzheimer.


Efectivamente, las ondas electromagnéticas de los móviles podrían proteger contra el Alzheimer y revertir sus síntomas, de acuerdo con un estudio realizado con ratones genéticamente modificados.

Los resultados fueron tan sorprendes que Juan Sánchez-Ramos, coautor del estudio, no lo podía creer.

«Bromeamos y comenté que a lo mejor habíamos marcado mal los ratones o no estaba encendida la antena», comenta el neurocientífico de la Universidad del Sur de Florida.

¿Protegen los móviles de la radiación?

Los principales culpables de la enfermedad de Alzheimer, que se caracteriza por demencia y deterioro cognitivo, parecen ser unos depósitos del cerebro llamados placas beta-amiloides, que pueden formarse entre las células nerviosas.

Durante el experimento, los investigadores observaron los efectos de la exposición a teléfonos móviles en 96 ratones genéticamente modificados para desarrollar placas beta-amiloides y, por tanto, síntomas de la enfermedad. En general, los ratones desarrollaron los primeros síntomas a los 6 meses aproximadamente. A los 8 meses ya presentaban deterioro cognitivo.

Tanto los ratones normales como los tendentes a desarrollar Alzheimer fueron expuestos a ondas electromagnéticas durante una hora al día durante 7-9 meses.

El estudio mostró que si la exposición comenzaba antes de que los ratones genéticamente modificados comenzaran a mostrar signos de la enfermedad, tenían menos posibilidades de desarrollar los síntomas después.

Además, estos ratones mostraban los mismos resultados en los tests de memoria y habilidades cognitivas que aquellos sin Alzheimer. Por ejemplo, se les sometió a una prueba de interferencia cognitiva para probar su habilidad para recordar algo tras una interrupción o se les colocó en un laberinto con forma de Y que mide las funciones básicas de la memoria.

Por otra parte, en los ratones genéticamente modificados que fueron expuestos a la radiación tras comenzar a mostrar déficits cognitivos se redujeron los problemas de memoria tras varios meses de exposición.

De ratones, hombres y Alzheimer

No se sabe cómo la radiación protege del Alzheimer, pero el equipo tiene algunas ideas.

Una es que las ondas electromagnéticas provocan una tensión celular que repara ciertos mecanismos del cerebro. Por ejemplo, Sánchez-Ramos afirma que los científicos son conscientes de que algunos daños menores, como sustancias tóxicas o bajos niveles de oxígeno, mejoran la habilidad del cerebro para reparar daños en las proteínas y el ADN.

Sin embargo, advierte que el experimento no es «una réplica perfecta de los teléfonos móviles que usamos los humanos».

Por ejemplo, los ratones estuvieron expuestos a la radiación de los móviles sobre todo su cuerpo, no solamente la cabeza.

«Es un descubrimiento muy interesante y quizá pueda llegar a probarse en humanos», comenta David Knopman, experto en Alzheimer de la Clínica Mayo de Rochester, Minnesota (Estados Unidos). Sin embargo, también recomienda ser cautos a la hora de asumir tal posibilidad.

«Lo que funciona en ratones no tiene por qué funcionar en personas», afirma Knopman, que no participó en el estudio.

«Esta prueba en animales es muy útil, pero todavía quedan muchas cuestiones por resolver antes de saber si será válida para personas».

Esto se debe a que esta enfermedad no se manifiesta de la misma forma en humanos, según afirma George Perry, otro experto en Alzheimer de la Universidad de Texas, que tampoco participó directamente en la investigación.

«En la mayoría de las personas, el desarrollo de placas beta-amiloides está relacionado con el envejecimiento, no con una modificación genética», añade Perry.

Quizá no todo sea negativo

En cualquier caso, la investigación plantea la posibilidad de que los efectos de la radiación de teléfonos móviles sobre la salud no son siempre perjudiciales, como comenta Perry, redactor jefe de la revista Journal of Alzheimer's Disease, en la que se publicó el estudio.

La cuestión sobre cómo esta radiación afecta a los humanos es en la actualidad objeto de un intenso debate.

Algunos científicos, por ejemplo, afirman que la radiación de los móviles puede provocar riesgos de desarrollar cáncer cerebral, lo que ha hecho que el Estado de Maine (Estados Unidos) se plantee la posibilidad de exigir que los teléfonos móviles lleven etiquetas de advertencia.

«El nuevo estudio, sin embargo «proporciona otros datos y pone el debate en perspectiva, remarcando la necesidad de considerar todos los efectos que provocan los teléfonos móviles», afirma Perry.  

El viaje de los diamantes hasta la superficie de la Tierra


La formación de los diamantes no es ningún secreto, siempre que se den las condiciones de elevada presión y temperatura en el fondo de la Tierra.

El misterio es saber cómo las piedras preciosas llegan a la corteza terrestre desde las profundidades para que sean accesibles al hombre.

Según un nuevo estudio, los diamantes atraviesan la litosfera (capa más superficial de la Tierra) gracias a densos magmas ricos en carbonato.
 
«Estos magmas son muy especiales, pues pueden contener grandes cantidades de dióxido de carbono disuelto», afirma el director del estudio, James "Kelly" Russell, experto en petrología de la Universidad de Columbia Británica, en Vancouver.

Modelos anteriores sugirieron que el gas del magma aumenta su flotabilidad, ayudando a que llegue a la superficie sin estropear las piedras preciosas.

Los nuevos experimentos muestran cómo el carbonato derretido reacciona con otras sustancias químicas de la litosfera para liberar gas, creando así un mecanismo para acelerar el magma que resulta más probable.

La clave está en el gas

Según Russel, los diamantes naturales se forman bajo los continentes más viejos del Planeta, donde la litosfera alcanza profundidades de hasta 120 kilómetros.

Ahí, un material llamado magma de kimberlita sube al manto terrestre, rompiendo las rocas.

A medida que va subiendo, el magma recoge fragmentos de roca, al igual que el agua arrastra lodo y gravilla. Algunos de estos fragmentos contienen diamantes.
«Sin embargo, las rocas que contienen diamantes pesan mucho, por lo que el viaje del magma se ralentiza considerablemente», afirma Russell.

Pero los diamantes deben alcanzar la superficie rápidamente o se destruirán al pasar por zonas de presión intermedia, donde pueden sufrir oxidación.

Se calcula que para que esto no suceda el magma debe llegar a la superficie en 10-45 horas, viajando a 1-4 metros por segundo.

La única forma que tiene de hacerlo tan deprisa, en opinión de Russell, es que el magma esté cargado de gas, pero nadie sabe de dónde procede este gas.

Una explosión preciosa

En su investigación, Russell y sus colegas descubrieron que a medida que el magma atraviesa las rocas para llegar a la superficie disuelve los minerales ricos en sílice. En los experimentos realizados en condiciones de elevada presión y temperatura el proceso puede ocurrir en pocos minutos.

La mezcla resultante de sílice derretido y carbonato no puede transportar tanto dióxido de carbono disuelto como el magma original.

Por tanto, el gas borbotea y hace que el magma suba todavía más deprisa hasta alcanzar la superficie en forma de erupción.

Mucho después de que el volcán se erosione hasta ser invisible en la superficie, las «tuberías» interiores siguen existiendo, dejando atrás conductos de kimberlita que podrían contener grandes cantidades de diamantes.

¿Una ayuda para la búsqueda de diamantes?

Según Russell, no se sabe si el nuevo hallazgo ayudará a encontrar nuevos depósitos de diamantes.

«Los mineros son muy inteligentes», comenta, añadiendo que la experiencia les permite saber dónde buscar.

Sin embargo, el nuevo estudio puede señalar cómo diferenciar los depósitos de kimberlita que ascienden rápidamente, y que podrían ser portadores de diamantes, de los lentos.

«También puede ayudar a los buscadores de diamantes a explicar por qué sus estrategias actuales funcionan», añade Russell.

 
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